Ciro Alegría y Julio Ramón Ribeyro


A Julio Ramón Ribeyro se le reconoce por hacer dado palabra a los mudos, esos ciudadanos comunes y corrientes de la ciudad víctimas de sus propias desgracias y que tenían la necesidad de decir que existían; a José María Arguedas se le recuerda por habernos abierto los ojos a una cultura que subsistía silenciosa, y a Vallejo se le tiene presente por habernos acercado a la intimidad del sentimiento humano, a Ciro Alegría se le debe reconocer haberle dado al pobre y marginado, que aún viven sin voz, la posibilidad de dar un grito de protesta y esperanza.

En vida Ciro Alegría vio publicadas tres novelas, las que muy pronto se convertirían en piezas fundamentales de lo que se llamaría la corriente literaria, filosófica, política y sociológica del indigenismo: La serpiente de oro (1935), Los perros hambrientos (1938) y El mundo es ancho y ajeno (1941). En las tres historias los personajes centrales son el paisaje y los pueblos, vistos a través de sus habitantes, hombres y mujeres marginados enfrentados a los hombres blancos dueños de esos pueblos y hasta de los paisajes, que creyeron ser también dueños de sus vidas. Y en las tres historias no hay final feliz.

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